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Nunca temí–ni siquiera pensé- que el final de ETA viniera precedido de un tiempo en el que tuviéramos que revivir lo peor de la historia de la lucha para librarnos del yugo de ETA y conquistar la libertad.

Nunca temí–ni siquiera pensé- que el final de ETA viniera precedido de un tiempo en el que tuviéramos que revivir lo peor de la historia de la lucha para librarnos del yugo de ETA y conquistar la libertad.
Nunca pensé que las alianzas entre «los hijos de las tinieblas» se volverían a reproducir cuando parecía que la democracia había ganado la batalla al totalitarismo.
Nunca temí que partidos políticos poco sospechosos de ser cómplices –por acción u omisión– de los objetivos y los métodos de ETA se aprestaran alborozados a legitimar su historia de terror.
Pero sí; eso que ni temí ni imaginé se ha producido. Las imágenes de la manifestación de este sábado en Bilbao –plagadas de gritos a favor de los terroristas presos y de consignas de los tiempos más acerados del crimen–, no son sino el colofón de otras imágenes previas que hemos ido incorporando sin aparente resistencia.
Lo más execrable aparenta ser normal en una sociedad degenerada democráticamente, que ha perdido los valores más básicos y en la que los ciudadanos conviven con la imagen del terrorista y secuestrador Bolinaga tomando vinos por su pueblo, que salió de la cárcel con una coartada insultante. «No haberle concedido la libertad condicional hubiera sido prevaricación», según dijo el ministro del Interior de Rajoy. O las imágenes de los terroristas excarcelados por el método expréss tras la sentencia de Estrasburgo, que eran recibidos con honores en los pueblos de los que salieron para cometer sus asesinatos; hasta la reunión de los terroristas de Durango -que sumaban juntos más de 300 crímenes– y que hicieron todo un alarde de orgullo por el daño causado.
Lo que estamos viviendo es insoportable y muestra una laxitud moral, una falta de decencia, una falta de empatía para con las víctimas del terror que no puedo sino recordar unas palabras de Hannah Arendt, escritas a la vuelta de su exilio norteamericano, horrorizada por lo que estaba viendo en su país natal: «Sin embargo, el aspecto probablemente más destacado y también más terrible de la huida de los alemanes ante la realidad sea la actitud de tratar los hechos como si fueran meras opiniones… Pero la conversión de los hechos en opiniones no se limita únicamente a la cuestión de la guerra; se da en todos los ámbitos con el pretexto de que todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, una especia de gentlemen´s agreement (pacto entre caballeros) según el cual todo el mundo tiene derecho a la ignorancia… El alemán corriente cree con toda seriedad que esta competición general, este relativismo nihilista frente a los hechos, es la esencia de la democracia. De hecho se trata, naturalmente, de una herencia del régimen nazi».
Sustituyan alemanes por vascos (y/o españoles) y régimen nazi por régimen franquista y verán cuan enorme es la similitud. Porque ETA, única herencia viva del franquismo, ha encontrado siempre muchas complicidades en una democracia de tan baja calidad como la nuestra.
Ciertamente, hubo un momento en el que los crímenes resultaban tan horrendos que mucha gente hubo de romper sus vínculos siquiera emocionales con la banda; pero ahora que no nos asesinan, los que siempre les comprendieron y disculparon han vuelto a las andadas.
Como dije, la historia se repite. El PNV siempre moderó su discurso cuando ETA asesinaba cada semana; y lo radicalizó cuando ETA estuvo operativamente débil. Recuerden, como ejemplo de ambos momentos, Ermua y Lizarra. La adaptación del discurso nacionalista no tuvo nunca otro objetivo que disputarse los votos nacionalistas. La gran familia nacionalista, compuesta por abertzales que han organizado la violencia terrorista y por abertzales que la han tolerado, la han comprendido y/o se han beneficiado directamente de ella, se disputa ahora los votos para ver quien se queda con el caserío.
Por eso ahora el PNV (y el Gobierno Vasco, que ha condenado las detenciones de presuntos terroristas) sale al auxilio de los testaferros de ETA y decide convocar una manifestación que unas horas antes ni siquiera apoyaba. Sí, actúan como sus servicios auxiliares, pero en el fondo sólo quieren conseguir la hegemonía dentro de la familia nacionalista. Por eso el partido que gobierna Euskadi se pone al frente de una manifestación en la que se gritan consignas reivindicando la historia de terror de ETA. Una vez más el PNV demuestra que cuando hay que elegir entre la democracia y la ley o la familia, siempre elige la familia.
QUÉ DECIR del Partido Socialista, condenando las detenciones de presuntos terroristas… Qué decir de la débil llamada al orden del la dirección del PSE; qué decir del silencio del PSOE… Otros que sólo piensan en tejer alianzas con lo que ellos consideran «la izquierda vasca». Otros más preocupados por «la familia de izquierdas» que por la democracia y la ley…
Qué decir de la otra izquierda, la llamada Plural, uno de cuyos más destacados diputados ha llamado «ultras» a las víctimas de ETA ante el silencio de la dirección política de su formación…
Sí, vivimos tiempos de canallas y de cobardes. Tiempos de infamia y de desesperanza. Quienes no estamos dispuestos a callar nos hemos convertido en personas molestas, en unos verdaderos incordios. Las «buenas gentes» no quieren que les molestemos recordándoles cada día lo que está pasando; las «buenas gentes» quieren que les dejemos en paz, que no les generemos mala conciencia por su silencio o, incluso, por su comprensión. Las buenas gentes quieren olvidar, quieren pasar página, quieren mirar para otro lado, seguir adelante.
A todas esas «buenas gentes» he de decirles que también las víctimas quieren seguir adelante. Pero todas ellas necesitan hacer el duelo para poder seguir; las familias de los más de 300 crímenes de ETA que siguen sin ser esclarecidos necesitan que los criminales de sus seres queridos sean juzgados para poder seguir adelante; las familias de los más de 800 ciudadanos asesinados por ETA necesitan saber con certeza que nadie reescribirá su historia, que nunca aceptaremos el empate entre democracia y terror, que nunca aceptaremos el daño bilateral.

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