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Si alguien no conoce el trabajo anterior del cineasta Iñaki Arteta, tal vez sea el momento de repararlo. Tiene tras él un trabajo documental y documentado, hercúleo y homérico, pero esencialmente reparador de las víctimas del terrorismo etarra, como si en su apellido llevara la broma de una predicción: arte y ETA. En «Contra la impunidad» recoge de diversos modos la negligencia, inoperancia o ceguera del Estado ante el historial espeluznante de la banda terrorista, ahora en proceso de licuación, y de la que aún quedan más de trescientos asesinatos por resolver, y ya perdidos en el río revuelto de negociaciones, prescripciones y falsa sensación de «victoria».

Aunque su género es el documental, es una película de terror, cuya visión te enfrenta a lo terrible de casos concretos (familiares de asesinados, testimonios donde el dolor y la injusticia se solapan, fracaso, olvido, lentitud, ineptitud, coyuntura política…), aunque lo más sobrecogedor, aterrador, es lo que nos insinúa de una sociedad, de un pueblo, de unos pueblos, unas gentes, completamente enfermos de cobardía, complicidad, autoría y vergonzosa impunidad. Algo aquí sugerido (como sugerido está en el retrato de ese virus, una pandemia, en la descorazonadora novela de Fernando Aramburu, «Patria»).

No hay el menor síntoma de protagonismo, de autoría, de lenguaje, en el trabajo de Iñaki Arteta: todo es elocuencia en estado puro, la que exhalan esos familiares que no se resignan, los testimonios de jueces, abogados y fuerzas de la Seguridad del Estado, la de las organizaciones que mantienen vivo el rescoldo que no abdica de la memoria, por más que eufemismos como «proceso» o «conflicto» se empeñen en orinarse en él. Y la película propone o revela un ungüento que tal vez tenga efectos mágicos sobre la construcción de esa historia «convenida y conveniente», el hecho de que estemos ante crímenes de lesa humanidad, algo que jurídica y socialmente es una evidencia y que impediría echarles puñados de impunidad a los vilmente asesinados. Sería emparentar a ETA y sus conglomerados, tan sutil pero groseramente trabados en la política y la vida vasca, con el nazismo, porque todo su historial de exterminio ha tenido un carácter genocida, matar o expulsar de allí a cuantos no pensaran y fueran como ellos.

 Por más que «Contra la impunidad» denuncia las negligencias y desidias de los diversos estamentos del Estado, y por más que expone la trama criminal y la colaboración o consentimiento de la sociedad vasca, la película nunca se deja seducir por el rencor ni lo transmite, sino que alimenta el pensamiento de justicia, futuro y convivencia. Aunque algunas imágenes, terribles, nos presenten a fulanos amenazantes, chulescos, sangrantes, hablando en la tarima del Parlamento para vergüenza y humillación de los que miran y oyen, o sea, miramos y oímos.

 

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